Julien Stoll es jefe de producción de la empresa familiar desde 2007. Fundada en 1982 por su padre y su tío, la empresa Stoll está situada en Yverdon-les-Bains (Suiza). Actor principal en el suministro de hortalizas al mercado suizo, el grupo Stoll cuenta actualmente con 400 ha de producción, de las cuales 300 ha son de horticultura, 10 ha de invernaderos fríos y 13.2 ha de invernaderos climatizados. Está formado por Stoll Production SA y Stoll Frères SA, que se encargan de la comercialización. Además de sus propios productos, la empresa comercializa hortalizas de productores asociados, así como una serie de productos importados.
Precursora del cultivo sin suelo en Suiza, Stoll optó desde el principio por un sustrato de lana de roca. "Bajo la presión de los minoristas, que en los años 90 criticaban el cultivo sin suelo, nos pasamos al coco para poder justificar más fácilmente una imagen natural", explica Julien Stoll. "Pero en 2012, tras los problemas de asimilación del hierro y con el objetivo de avanzar rápidamente hacia el 100% de reciclado de la solución nutritiva, nos pareció técnicamente más razonable volver a la lana de roca". Hoy en día, el debate sobre la agricultura sin suelo sigue siendo apasionante, pero las actitudes han cambiado y este método de producción tiene una serie de puntos fuertes convincentes en ámbitos como la energía, el agua y, más en general, la conservación de los recursos naturales. La lana de roca permite una gestión más precisa de la planta, lo que se traduce sobre todo en una mayor eficacia energética", añade Julien Stoll, que pretende alcanzar muy pronto el objetivo de neutralidad de CO2 impuesto por sus clientes.
La fecha límite es 2022 para Coop y 2025 para Migros. Para Stoll, es mucho lo que está en juego, ya que la empresa es el mayor consumidor de gas de la ciudad. Se han barajado varias opciones: reubicar la producción para estar más cerca de una fuente de energía inevitable, instalar paneles solares, un proyecto de energía eólica, etc. Por diversas razones, ninguno de estos proyectos convenció a la dirección de Stoll, que se inclina ahora por el uso de la energía geotérmica, con una perforación a 1,800 metros de profundidad y agua a 50°C. El proyecto abarca 8 hectáreas de invernaderos y cuenta con un presupuesto de 13 millones de francos suizos. No se trata sólo de encontrar una fuente de energía, sino también de defender el proyecto demostrando que esta energía se aprovecha al máximo. Los argumentos de Grodan sobre el rendimiento de la lana de roca son muy útiles para apoyar el proyecto ante los políticos", subraya Julien Stoll, convencido él mismo de las ventajas ecológicas de los sustratos de lana de roca, señalando que su consumo diario de agua no supera los 10 litros/m², frente a los 16 litros del coco, y que un mejor manejo del sistema radicular, combinado con una mejor gestión del clima, hace que se necesiten menos fungicidas, aunque la demanda del mercado nos obligue a volver a variedades más sensibles.
Después de utilizar el Grotop Master durante varios años, Stoll ha adoptado progresivamente el Prestige, que ahora está disponible en una versión de 10 cm de altura y responde perfectamente a las necesidades de los cultivos de tomate y pepino, además de ser más competitivo. Sólo los cultivos de berenjena se siguen cultivando en el Grotop Master para beneficiarse de una mayor capacidad de respuesta. La empresa se ha equipado recientemente con el sistema de medición GroSens, una herramienta fácil de usar que permite un mejor seguimiento de los parámetros del cultivo. "Herramientas como GroSens y el asesoramiento de Grodan son de gran ayuda. Podemos imaginar que, a corto plazo, los avances tecnológicos permitirán automatizar el trabajo de los head growers, mucho antes de la robotización de la recolección del tomate. Por supuesto, alguien tendrá que seguir tomando las decisiones, pero las cosas van deprisa", añade Julien Stoll, que reconoce el valor de la asistencia técnica y el asesoramiento proporcionados por Grodan. "La apertura y el intercambio son una gran ventaja. Por eso hoy me resulta especialmente doloroso tener que denegar el acceso a mis invernaderos a colaboradores externos por el alto riesgo de diseminación de virus. Urge encontrar soluciones. Quizá las nuevas tecnologías ayuden. Imaginemos las visitas virtuales. Aunque creo que es importante mantener el contacto con el cultivo. Ese es el encanto de nuestra profesión.